Mil lanzas disparando. Todas y cada una de ella directas a tu corazón, a tu estómago, a tu alma, a tu vida, intentando arruinarla.
Sientes como se acercan, como llegan velozmente y colisionan contra tu abdomen. Y poco a poco penetran en el interior de tu vientre rasgándolo sin piedad e intentas liberarte de ellas expulsarlas hacia otro lugar que no sea tu cuerpo, pero es imposible.
Dicen que dejarte morir es la solución de los cobardes, pero yo creo que están confundidos. Solo los cobardes llaman cobardes a los demás para esconder realmente lo que son. Aquellos cobardes sin razón son las personas más valientes y quizás puede que se rindan en la batalla contra el dolor. Pero, ¿quién dijo que luchar contra él fuera fácil?
Tan solo se tienen veinte segundos de valentía en la vida, veinte segundos para decidir si seguir acumulando dolor o dejar que ese dolor te entierre.
Ambas partes, tanto los que se quedan luchando, como los que se van y dejan a un lado el dolor son valientes por afrontar un nuevo escalón en su vida un nuevo reto desconocido. Y es que no hay nada más bello que descubrir nuevas formas de dolor o de alivio, o de felicidad, o de amor... Y es la belleza la que nos define como personas y la que nos da la etiqueta para saber realmente quienes somos.

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